sábado, 30 de agosto de 2008

Estética y Arte

El lugar de la estética en la filosofía: Bien, verdad y belleza.
Es muy difícil dar una definición de filosofía, pues siempre se corre el peligro de ofrecer rasgos muy generales que no sirven de mucho. Filosofía es, se dice, una reflexión sobre el sentido de la existencia humana, un querer saber cuál es el lugar que le corresponde al hombre en lo existente. Tenemos, así un buen ejemplo de lo que es una definición general poco informativa. Pero si atendemos a los tres "objetos" tradicionales de la filosofía podremos concretarla un poco más. Esos objetos son: el bien, la verdad y la belleza. Ahora bien, si ponemos en relación esos objetos con la definición inicial, se ve claramente que no son propiamente objetos, sino concreciones de la definición. Así, la reflexión sobre el bien refiere al modo en que el hombre debe comportarse, en relación consigo mismo, con otros. La reflexión sobre la verdad refiere al mismo conocimiento que el hombre puede adquirir. Y finalmente, la reflexión sobre la belleza refiere al modo de estar del hombre en el mundo, o también: a la configuración del mundo por parte del hombre.
Así la estética es una disciplina filosófica resiente que reflexiona sobre las bellas artes. En el mundo griego hasta la Edad Media[1], el concepto de arte significaba destreza o habilidad tanto física como manual, para realizar algo de acuerdo a un conjunto de reglas o normas. Durante la edad Media se efectúa la diferenciación entre las artes liberales, intelectuales y “nobles”, propias del hombre libre y artes mecánicas o “innobles” por basarse en un oficio manual retribuido y realizado por un esfuerzo físico. Dentro de las artes liberales se consideraban la gramática, lógica, retórica, aritmética, geometría, astronomía y música; entre las mecánicas estaban la arquitectura y las actuales artes figurativas. A mediados del siglo XVIII, se define el concepto de las bellas artes y se reivindican muchas de aquellas que durante la Edad media eran consideradas mecánicas; la arquitectura, puntura y escultura, se incluyen dentro de las artes privilegiadas a las que se le suman la música, poesía, retórica y danza[2].
Baumgarten en sus obras Meditaciones y Aesthetica, entre 1750 y 1758 da origen al término y funda este quehacer reflexivo como una disciplina filosófica y científica de lo bello y del arte[3], esta definición es intelectualista. El nombre significa precisamente doctrina del conocimiento sensible, es decir de las cosas sensibles (aistheta), en oposición a los hechos del entendimiento (noeta). Según esto el verdadero conocimiento es el sensible y allí se ubica el arte por su carácter concreto y sensible. Entonces, para la Historia del arte, el arte en sí mismo es una práctica, mientras que para la Estética es reflexión sobre esa práctica y sus obras[4].
Los términos “belleza” y “arte” que son tan afines a la Estética –por ser unos de sus objetos primordiales de estudio, aunque no los únicos – no se instauran en pleno siglo XVIII con Baumgarten, pues no es difícil comprobar que la reflexión sobre éstos estaba ya encarnada en el pensamiento occidental desde la antigüedad y su significado se fue manteniendo o modificando en el transcurso de los siglos. El término Estética refiere a dos concepciones básicas, producto de la reflexión (filosófica), Estética como filosofía de la belleza y Estética como filosofía del arte.
Lo que hoy día se nombra como “el arte” y “lo bello” no era tenido así en la antigüedad pues ambos conceptos eran distintos e independientes. Entre los pensadores de ese tiempo la doctrina del arte era llamada Poética, es decir, arte creadora de imágenes, mientras que la belleza al no poder ser incluida en el objeto creado queda excluida de aquella. La visión platónica se estructura desde una óptica metafísica instaurando la división entre Mundo Inteligible (de las Ideas) y Mundo sensible (mundo ilusorio de la apariencia sensible). El arte es tan sólo una copia (mimesis), ilusión, engaño a los sentidos, mediador y revelación del Ser supremo por medio de la materia. Los objetos que en mundo sensible se nos aparecen como “bellos”, lo son sólo en la medida en que participan de la Idea suprema. En contraposición a esta concepción platónica de la belleza ideal y suprasensible, su discípulo Aristóteles considera lo bello en las cosas empíricas (sensibles) y determina la proporción de las partes como componente real de la belleza[5].
Esta concepción de la belleza platónica-aristotélica se instauró en el pensamiento occidental hasta el siglo XVIII, al concebir la belleza en sentido clásico como una cualidad de las cosas (objetos) a espaldas e independientemente de la relación con el sujeto (hombre). El cambio decisivo se produce en el siglo XVIII cuando la determinación de lo bello, como eje de la reflexión estética se desplaza del objeto al sujeto (teorías de Hume, Burke, Adan Smith, entre otros). Lo bello entonces no radica en Es decir, “lo bello no está ya en el objeto, como una cualidad suya, sino en la actitud del sujeto hacia el objeto, que sólo por ella y no por sí mismo se consideraría bello”[6].
Periodificación de la estética:
La estética entendida como esa parte de la filosofía, entonces podemos destacar, siguiendo a Heidegger, seis momentos fundamentales de la historia de la estética, es decir en la historia de la reflexión occidental sobre el quehacer artístico del hombre:
1. El gran arte antiguo, cuya cumbre sería la tragedia, carece de estética, pues se produce en un momento en que la filosofía, propiamente, no había nacido aún (antes del siglo V).
2. La estética nace cuando nace la filosofía. Pero en ese momento el gran arte griego estaba ya muriendo. El nacimiento de la filosofía se produce al mismo tiempo que la muerte de la tragedia. Aquí podemos situar a Sócrates, Platón y Aristóteles (a partir del siglo V).
3. Cuando, a comienzos de la época moderna (Siglo XV), el hombre se convierte en el centro, la estética se transforma en una "lógica de la sensibilidad", es decir, en una reflexión sobre el modo en que el hombre capta sensiblemente la realidad.
4. Cuando eso ocurre, la idea de arte que había nacido con los griegos llega definitivamente a su final. La estética de Hegel (siglo XIX) da cuenta de este hecho.
5. Sin embargo, Wagner representaría, en el siglo XIX, el último intento de hacer valer el gran arte mediante su idea de "obra de arte total". Esa idea presenta tres rasgos fundamentales: a)Las artes no deben realizarse independientemente, sino que deben unirse en una obra. b) La obra debe ser una celebración de la comunidad del pueblo (en cierto modo, una religión). c) La música, en la forma de drama, y no la poesía, se convierte en el auténtico arte.
6. Finalmente, Nietzsche representaría la discusión "actual" de esa idea: primero afirmación (amistad con Wagner) y después negación (ruptura con Wagner) de la misma.
El objeto de estudio de la Estética es el concepto (“arte”, “belleza”), el de la Historia del arte es el arte como obra (producto acabado acorde a ciertas reglas). Entre ambas lo que cambia no es el objeto de estudio pues en esencia el es mismo -el arte-, sino la manera de abordarlo.
Entendida en un sentido general a la historia del arte le corresponde el estudio de las producciones artísticas en un espacio y tiempo determinado; son de su propio interés las causas, orígenes, formas y evolución de las obras de arte entendidas desde una serie de circunstancias culturales, sociales, políticas o religiosas que estaban a la base del momento en la que ellas se gestaron. Desde la directriz de la temporalidad sitúa además artistas, estilos, movimientos o escuelas, cuyas características propias le permiten al historiador del arte hacer una re-construcción del pasado con los ojos del presente.
La historia del arte como disciplina científica -aunque con detractores y benefactores-, tiene en la obra de arte su objeto de estudio, se plantea un objetivo principal que persigue la explicación y evolución a partir de condicionamientos históricos y reconstruye objetiva y metodológicamente todos aquellos aspectos relacionados que contribuyen a conocer y comprender la función del arte; es decir no se divorcia en ningún sentido ni de la historia del tiempo en que ella se genera ni de la obra misma.
Sin pretensión alguna de ‘historiar’ el concepto de belleza y sus distintas acepciones, diremos entonces que lo bello está a la base de todas las reflexiones estéticas, como lo habrá de estar también el arte.
Cuando la Estética desplaza en el campo de sus reflexiones la belleza por el arte convirtiéndolo en eje central de su definición, se convierte entonces en Estética como filosofía del arte; asunto no menos difícil que aquel de la belleza. En la contemporaneidad las teorías de algunos como Fiedler, Worringer, Croce, Souriau, Ingarden, entre otros, asumen la Estética como una filosofía del arte y lo hacen a partir de la importancia que adquiere el arte en la época del renacimiento. No es cuestión de definirlo en este trabajo, pues como dice Furió citando a Sánchez Vázquez, “más bien andamos sobrados de definiciones”[7]. Digamos en cambio que el concepto de arte al igual que el de belleza, ha variado históricamente desde la antigüedad hasta nuestros días. En este sentido importan resaltar tres aspectos que son fundamentales para la consideración del arte en su significación propiamente estética:
1) Producto del pensamiento humanista -que afirmaba la autonomía del hombre ante Dios y la naturaleza; el arte en el Renacimiento consigue un puesto privilegiado al ser reconocido como una actividad humana autónoma y no por su capacidad de ‘servir para’.
2) el arte es visto como una actividad intelectual no física, sino creadora que le pertenece al artista.
3) En el siglo XVIII el término “arte” es incluido en el Diccionario de la Academia Francesa (1762) separado del término “oficios”.
Precisamente al arte que se le da este significado propio es aquel al que se asocia con la belleza. Esta es pues, la autonomía del arte como “arte bello”; desde entonces pasa a ocupar un sitio de honor como hecho reflexivo central en la Estética, con la limitación de ser el arte un concepto, como esencia abstracta en el hombre. Deja de lado entonces asuntos que si conciernen a la Historia del arte, por ejemplo, el nexo con otras disciplinas humanas o con la sociedad en que se da y las diversas relaciones que lo condicionan. Diríamos entonces que el concepto es a la estética lo que arte es a la historia.
Esto no significa en ningún sentido un divorcio absoluto entre la Historia del Arte y la Estética, en el sentido en que los problemas teóricos que se plantea la estética como eje de su quehacer –el concepto de belleza, de arte, relaciones sujeto-objeto, naturaleza del arte, etc- tendrían un alcance muy limitado o caerían en conjeturas erróneas si no se conocieran las variantes que en el transcurso del tiempo han tenido esos conceptos.
En lo que concierne a la Historia del arte, la estética le proporciona la reflexión teórica y filosófica sobre algunos de los conceptos concernientes a su disciplina, no pueden ignorarse entonces las relaciones existentes entre la producción artística de cada momento y las ideas estéticas pertenecientes al periodo estudiado. Entre ambas disciplinas hay una suerte de unión silente, lo que les separa es que a la estética le atañe el carácter conceptual y general, mas no la temporalidad en sí misma que permite ubicar, caracterizar o distinguir en el tiempo. Sin embargo, a pesar de estar vinculadas, en algún momento la historia del arte le reclama a la estética que del universo de producciones artística se le constriña a los valores y principios del arte clásico, porque con ello estaría reduciendo a la unidad toda la diversidad histórica[8].
Entonces es necesario advertir que la historia del arte no puede ni debe ser considerada como una mera recopilación obras y datos históricos ordenados según un simple principio secuencial, pues su ámbito de acción es mucho más complejo de lo que parece a primera vista. En la historia del arte el objeto o fenómeno artístico “tiene que ser considerado como una consecuencia o resultado de la historia, que al igual que otro tipo de documentos, transmite a nuestro presente mensajes polivalentes, llenos de contenidos sobre los hechos y las ideas del pasado”[9]. Es decir, la obra es un hecho histórico con características particulares, y el historiador debe reconstruir las circunstancias que a ella le atañen (sociales, políticas, religiosas o económicas), así como los contenidos ideológicos o estéticos que le dieron origen a la obra en su contexto original.
Como disciplina científica la Historia del Arte debe actuar con cierto rigor y sistematización para generar un enfoque objetivo y global de las obras, en el entendido en que éstas son perfectibles de ser re-interpretadas desde diversos puntos de vista. Tiene entonces método o metodologías para historiar y analizar los objetos, de la aplicación de éstos surgen los distintos y variados modos de significación: formalista, iconológico, psicológico, sociológico o semiótico. Estos modos interpretativos confrontan problemas y ofrecen limitaciones, sin llegar a agotar o abarcar la totalidad de los aspectos competentes y derivados de las manifestaciones artísticas.
Premeditadamente he dejado un aspecto que atañe ya no de la historia del arte como estudio del pasado de las manifestaciones artísticas sino como enjuiciamiento y valoración de aquellas, aquí ya estamos en el terreno de la crítica del arte. El surgimiento de esta sitúa a partir de los comentarios de los Salones de Diderot (entre 1759 y 1781) y nace en el seno de una serie de factores favorables como la celebración regular de los salones de pintura, la difusión de la prensa y el incremento de una clientela interesada en el consumo de las obras.
Las características y condiciones más visibles de la crítica del arte son para Juan Acha (1992), la expresión pública de una opinión sobre una obra o conjunto de ellas y que éstas sean ‘recién nacidas’, y es que para poder consumir las obras, los receptores deben contar con los medios intelectuales adecuados que les ofrecen los críticos de arte mediante sus textos públicos”[10].
Desde el punto de vista de las ciencias sociales se asocia a menudo con aquellas que están en relación con el arte como la historia y la estética. Para algunos la separación entre historiador-crítico resulta artificiosa o ficticia, y la distinción no es posible porque la historia del arte también es valoración crítica cuando restaura el pasado; la crítica por su parte no debe ignorar la historia del arte porque el conocimiento de ésta le da consistencia y argumentos sus juicios[11]. En el caso de la relación estética-crítica nos movemos en condiciones muy parecidas en su relación con la historia del arte, pues mientras la crítica se centra en lo singular de una obra o conjunto de ellas, la estética se dirige a lo general; conceptos, juicios, teorías. Y esto es precisamente lo que le imputa el crítico a la estética, al ser el mediador entre la obra y el espectador para mostrar sus valores, “él no puede repetirse, pues cada vez tiene que habérselas con una nueva obra a la que nos son aplicables los conceptos, principios o normas descubiertas en otras”[12].
Aprovecho unos de los argumentos del crítico frente a la estética cuando considera la obra como un proceso creador para confesar que a todo lo dicho hasta ahora falta el artista, no por olvido sino por considerarlo vital para la historia del arte, la estética y todo lo que concierne a ellas. El artista no como un sujeto definido según la historia sino como creador. Si la historia continúa la historia del arte y la estética están aseguradas, pero ¿que les depararía si no existiera el artista creador?, sin él no hay arte y sin arte se pierde el objeto de estudio. ¿Fin de los límites entre la historia del arte y la estética?.
La sensibilidad posmoderna
El postmodernismo es uno de los movimientos más importantes de nuestros tiempos. Es el fin de la razón como guía absoluta, la convicción de que ésta carecía de capacidad para abrir nuevos caminos al progreso humano, en tanto se da una conciencia generalizada de su agotamiento como fuerza innovadora. Es una crítica al pensamiento moderno.
Esta crítica se da en tres ejes principales: el postestructuralismo francés, la teoría crítica alemana y la literatura artística americana. Así el postmodernismo se convierte en un discurso de varias lecturas, donde cada quien recorre el camino que mejor le parece. Se convierte en un espacio donde las seguridades se pierden, los discursos se confunden e incluso se contradicen, en un lugar donde los conceptos son escurridizos y en el que no se consigue lograr un consenso unitario.
Sin embargo, se coincide en el intento de reconstruir el universo cultural, y ahí se da cuenta de que los modelos para el análisis de la cultura son defectuosos, inconclusos. Es hora de romper con ellos y con el modelo de pensamiento que los sustenta: el modernismo. Es tiempo de repensarnos, de ver hacia atrás en busca de las respuestas que evidentemente no puede generar el presente, y que el progreso ha demostrado ser incapaz de lograr en un futuro.
Podemos encontrar 5 elementos comunes al postmodernismo, 4 críticas y un método; presencia contra representación, origen contra fenómeno, unidad contra pluralidad, trascendencia de las normas contra su inmanencia y el método de la otredad constitutiva. De igual forma, podemos encontrar tres vertientes diferentes: Histórico, Metodológico y Positivo.
Presencia vs Representación.- La presencia se refiere a la calidad de experiencia inmediata y de los objetos que son presentados de ese modo. Aquello que es dado a conocer por su presencia siempre ha sido contrastado por lo que se adquiere a través de signos, conceptos y construcción, es decir donde interviene el factor humano. Por ejemplo, las sensaciones o los datos obtenidos por los sentidos han sido considerados como conductores directos de la realidad, y por lo tanto más confiables y certeros que los contenidos mentales modificados a partir de ellos.
El postmodernismo cuestiona e incluso rechaza esta distinción. Niega que cualquier cosa pueda ser inmediatamente presente, y por lo tanto independiente de signos, lenguaje, pensamiento, desacuerdo, etc., argumenta que la presentación en realidad presupone representación.
Origen vs Fenómeno.- El origen es la fuente de cualquier cosa que se encuentre bajo consideración. Usualmente es entendido como la meta de la búsqueda racional, la búsqueda por encontrar lo que se encuentra detrás o más allá del fenómeno, la búsqueda de sus fundamentos últimos. Para las filosofías modernas del Yo (existencialismo, psicoanálisis, fenomenología e incluso el marxismo) el intento de descubrir el origen del yo es el camino hacia la autenticidad.
El postmodernismo por su parte, niega en el sentido estricto esta posibilidad. Niega la posibilidad de regresar, recapturar e incluso representar el origen, la fuente, o cualquier realidad más profunda que el fenómeno en si mismo. En este aspecto se puede decir que el postmodernismo es superficial, ya que no profundiza, para el pensamiento postmoderno la superficie del fenómeno es lo importante, no hace falta un conocimiento más profundo o fundamental.
Unidad vs Pluralidad.- El pensamiento postmoderno trata de mostrar que lo que generalmente es concebido como unidad, singular, existencia integral o concepto, es en realidad plural. Todo está constituido a partir de sus relaciones con otras cosas, por lo tanto nada es simple, inmediato o totalmente presente y ningún análisis puede, en consecuencia, ser final o completo.
Trascendencia de las normas vs Inmanencia de las normas.- La negación de la trascendencia es un punto crucial en el postmodernismo. Normas como verdad, bondad, belleza, racionalidad, no son consideradas como independientes de los procesos que juzgan y gobiernan, más bien se les considera como productos inmanentes a esos mismos procesos.
Por ejemplo, mientras que usualmente tomamos la idea de justicia para juzgar un orden social. Los posmodernistas, parten de que el concepto de justicia es producto en si misma de las relaciones sociales que juzga. Es decir, el concepto fue creado en cierto tiempo y lugar, atendiendo a intereses determinados y dependiente de un contexto social e intelectual.
La otredad constitutiva.- Esta es un sistema de análisis común al pensamiento postmoderno que es utilizado para analizar cualquier sistema cultural. Lo que parecen unidades culturales, como seres humanos, palabras, significados, ideas, sistemas filosóficos, organizaciones sociales, en realidad se mantienen en su unidad aparente solo a través de un proceso activo de exclusión, jerarquización y oposición.
Metafóricamente se puede decir que son los márgenes los que construyen el texto, las unidades son constituidas por sus relaciones de dependencia y represión con otros. En consecuencia, el analista informado pondrá atención en aquellos elementos aparentemente excluidos o marginados de cualquier sistema o texto. Los posmodernistas cambiarán su atención de los temas anunciados y bien conocidos de un texto, hacia aquellos que rara vez se mencionan, los virtualmente ausentes, aquellos temas devaluados explicita e implícitamente.
Más que un bloque teórico el posmodernismo, es una serie de caminos que sólo tienen como punto común la crítica a la modernidad. Así, no debe extrañarnos que no exista una estética postmoderna, sino diversos enfoques y acercamientos hacia la misma.
Sin embargo, todas estas nociones diversas de estética postmoderna parten de un punto común, la estética del modernismo ha llegado a un punto muerto, ha perdido su fuerza creadora y su papel de innovadora. Es necesario replantearse los caminos o por lo menos ser concientes del fracaso de la propuesta de la estética del modernismo.
Una vez entendido lo anterior, comencemos por el principio. Hagamos un recuento de las que, sin duda, son las tres vertientes más importantes del postmodernismo y de las que hemos venido a lo largo de este ensayo para explicar sus posturas estéticas o por lo menos sus cuestionamientos hacia la misma.
En la corriente neoconservadora, Bell considera que la cultura postmoderna es del todo incompatible con los principios morales de una conducta de vida racional y propositiva.
Se disuelve la ética puritana dando paso al hedonismo, con el uso de los medios masivos de comunicación y las instituciones como el crédito que, por una parte llevan hacia la gran mayoría lo que antes era de competencia exclusiva de una elite, y por otra socava los principios mismos de la ética protestante como el ahorro. Se da en las culturas occidentales un cambio en el rumbo de las sociedades. Pasamos de la búsqueda del bienestar social, a la búsqueda del hedonismo individual. El individuo sólo tiene ojos para si mismo o para su grupo.
El postmodernismo es de esta forma la continuación de la modernidad ya que prolonga y generaliza una de sus tendencias constitutivas: el proceso de personalización. Sin embargo, al ser la modernidad un ente muerto debido a que el hedonismo ha terminado con sus aspiraciones de razón ilustrada se produce una crisis cultural. Bell piensa que la salida a esa crisis es el retorno a lo tradicional.
Así los neoconservadores voltean hacia las etapas anteriores a la modernidad para encontrar los elementos que les permitan superar a ésta. Es en la tradición donde se encuentra la alternativa al postmodernismo vacío. Bell hace hincapié principal a la necesidad de un resurgimiento religioso.
Por su parte, Habermas, opina que en lugar de renunciar a la modernidad y a su proyecto como causa perdida, deberíamos aprender de los errores de los programas extravagantes que han intentado negarla.
Así, Habermas, considera que es en el ámbito de la recepción y apropiación del arte donde podemos encontrar una alternativa que nos permita por un lado superar la crisis moderna y por el otro saltar el vació que genera el postmodernismo.
El que un espectador no experto, un lego en materia de arte, adquiera el conocimiento necesario para entenderlo y trasladarlo a su vida cotidiana para que sea éste el referente que le permita iluminarlo. Es una de las posibilidades de retomar el proyecto modernista.
Sin embargo, es conciente de que esto es sólo un aspecto, el proyecto pretende reconectar diferenciadamente a la cultura moderna con la praxis cotidiana que todavía depende de las herencias culturales. Pero esta conexión sólo puede darse si la cultura modernista toma un rumbo diferente al que lleva, es decir, el mundo de la vida debe ser capaz de desarrollar a partir de si mismo instituciones que pongan límites a la dinámica interna y los imperativos de un supuesto económico casi autónomo y sus complementos administrativos.
Finalmente, Lyotard considera que la entrada, por si misma, de los aspectos tecnológicos en el arte no es mala ni indeseable, pero el uso que se ha hecho de ellos sí lo es. El hecho de que éstos permitan producir representaciones tan similares al mundo real, multiplica las ilusiones de realidad.
Además, cuando no se hace un intento por reexaminar las reglas del arte, dentro de este nueva lógica de creación, y se limita a seguir las “buenas reglas” y un deseo endémico de la realidad con objetos y situaciones capaces de satisfacerla se cae en lo que el da por llamar la pornografía. “La pornografía se convierte en un modelo general para las artes de la imagen y la narración que no han valorado cabalmente el desafío mass-mediático”[13]
Para Lyotard, el elemento principal del arte postmoderno es el eclecticismo, al cual llama el grado cero de la cultura contemporánea. Es fácil encontrar público para las obras eclécticas, ya que este halaga el caos que rige al aficionado.
Por otro lado, al no tener el arte una capacidad real de ser valorado por sus contenidos estéticos, siempre le queda el refugio, ilusión provocada por el realismo, de medir su valor por el dinero. Es decir, a falta de criterios estéticos, sigue siendo útil medir el valor de las obras por la ganancia que se puede sacar de ellas.


[1] Aclarando que la palabra “arte” proviene de la palabra latina “ars” que equivale a la palabra “Texne”.
[2] Véase: Wladyslaw Tatarkiewicz. Historia de seis ideas. Madrid, Editorial Tecnos, 1997. Vicenç Furió, et all. Introducción a la Historia del Arte. Fundamentos teóricos y lenguajes artísticos. Barcelona: Barcanova, 1991
[3] En definitiva, cuando la Estética aspira a producir un conocimiento objetivo, a construir un objeto teórico correspondiente (a la belleza o al arte) y hace que sus conceptos y proposiciones al respecto se articulen lógicamente configurando un sistema, entones la Estética es una ciencia. “(…) Explica esos valores, no lo instituye o prescribe; no los propone ni dicta normas para su realización (...)”. Sánchez Vázquez, Adolfo. Invitación a la Estética. México D. F.: Grijalbo.
1992., p. 61.
[4] Souriau, Etienne. Diccionario Akal de Estética. Madrid, Editorial Akal. 1998.
[5] Bayer, Raymond. Historia de la estética. México D. F.: F. C. E., 1965. pp. 34-54
[6] Sánchez Vázquez, 1992, p. 49
[7] Furió, Vicenç et all. Op. cit., p.13
[8] Sánchez Vázquez, A. Op. cit.
[9] FREIXA, Mireia. et al. Introducción a la Historia del Arte. Fundamentos teóricos y lenguajes artísticos. Barcelona (Esp.), Editorial Barcanova. 1991. p.62
[10] ACHA, Juan. Crítica del Arte. México D. F., Editorial Trillas. 1997. p.12
[11] Furió, Vicenç et all. Op. cit.
[12] Sánchez, Vázquez, A. Op. cit.
[13] Lyotard, La posmodernidad (explicada a los niños). 2ª. Edición. Barcelona: Gedisa, 1992. p.16

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